Nuestras voces se vaciaron en un sólo cuerpo. Somos voz-cetos, troncos o árboles que no acaecen en las hojas muertas. Somos ausencia en el aire aún de la línea.
Hay tiempo, nos han dicho, en realidad no lo conocemos, dejamos de vivir las manecillas del reloj. Hacemos de la mano aros y de las oraciones arcilla de minuteros.
Náuseas de espiral, torbellinos sin origen. Al inicio se hace espuma la ola, pero a cada giro se deforma una sal-huída.
Espías de espinas ancladas en alguna frente de crucifijo lunar. Vivimos dos muertes y al tercer día hicimos rezos citar. Lavarse las manos de lluvía, limpiarse los ojos con nubes, intervenidos por creer que alguna ave querría despertar.